(Piedra
Blanca, San Luis 7/2/1917 - San Luis 18/6/1970)
CANCIÓN
DEL PARA QUÉ LAS MÁQUINAS
Las
máquinas existen
para
que el pan,
el
vino,
y
el pez
se
multipliquen.
Para
que Tú me escuches,
y
Yo te mire,
detrás
de las fronteras
sobre
el último límite.
Y
la música sea
la
que ordene países.
Y
la mano del hombre
con
pulgar oponible,
dibuje
en la materia
el
rostro de los sueños
y
ensueños increíbles.
Y
el cielo con la Tierra
de
nuevo se mariden.
Y
los salvajes vientos,
con
sus pájaros libres,
recorran
nuevamente
los
páramos de pronto
vestidos
de jardines.
Las
máquinas existen
para
que el mundo sea
las
estrellas de hermosura
que
los antiguos dicen.
Y
la unidad se cumpla
y
la paz se realice.
Las
máquinas existen
para
que un día Lázaro
otra
vez resucite …
De
Canciones para la voz humana,1973.
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DIGO
EL LLAMADO
Y
después en caballos redomones
que
urticaba la prisa de la espuela
galoparon
los Chasquis por las calles
de
la ciudad donde Dupuy gobierna,
conduciendo
papeles que decían:
"El
General de San Martín espera
que
acudan los puntanos al llamado
de
Libertad que les envía América".
Y
firmaba Dupuy, sencillamente,
con
la mano civil y la modestia .
de
quien era varón republicano
hasta
el cogollo de la misma médula.
Y
los Chasquis partieron, con el poncho
como
un ala flotando en la carrera,
hacia
todos los rumbos provinciales
por
los caminos de herradura o huella,
ignorantes
del sol y la fatiga,
sin
pensar en la noche o la tormenta;
llegaron
hasta el Morro por la tarde,
y
por el alba cabalgaron Renca,
y
entregaron mensajes en La Toma,
en
La Carolina y La Estanzuela,
en
la villas de Merlo y Piedra Blanca,
en
el Paso del Rey y Cortaderas,
en
Nogolí también y San Francisco,
en
cada población y en cada aldea,
y
en estancias y oscuras pulperías
y
en velorios, bautizos y cuadreras,
dondequiera
paisanos se juntaran
en
solidaria diversión o pena.
Y
los hombres dejaban el arado,
o
soltaban azada o podaderas,
o
la hoz que segaba los trigales,
o
la taba o el truco en la taberna,
o
el amor de las jóvenes esposas,
o
la estancia feudal, o la tapera,
o
el cedazo que el oro recogía
cuando
lavaban misteriosa arena,
o
el telar, o los muros comenzados,
o
el rodeo de toros en la yerra,
para
ir hasta el Valle de las Chacras
donde
oficiales anotaban levas.
Y
hasta había mujeres que llegaban,
con
vestidos de pardas estameñas,
al
umbral de Dupuy para decirle:
"Vuesa
Merced conoce mi pobreza,
yo
no tengo rebaños ni vacadas,
ni
un anillo de bodas, ni siquiera
una
mula de silla, pero tengo
este
muchacho cuya barba empieza".
De
Mendoza llegaban los mensajes
breves,
de dura y militar urgencia:
"Necesito
las mulas prometidas;
necesito
mil yardas de bayeta;
necesito
caballos, más caballos;
necesito
los ponchos y las suelas,
necesito
cebollas y limones
para
la puna de la Cordillera;
necesito
las joyas de las damas;
necesito
más carros y carretas;
necesito
campanas para el bronce
de
los clarines; necesito vendas;
necesito
el sudor y la fatiga;
necesito
hasta el hierro de las rejas
que
clausuran canceles y ventanas
para
el acero de las bayonetas;
necesito
los cuernos para chifles;
necesito
maromas y cadenas
para
alzar los cañones en los pasos
donde
la nieve es una flor eterna;
necesito
las lágrimas y el hambre
para
más gloria de la Madre América…"
Y
San Luis obediente respondía
ahorrando
en la sed y la miseria;
río
oscuro de hombres que subía,
oscuro
río, humanidad morena
que
empujaban profundas intuiciones
hacia
quién sabe qué remota meta,
entretanto
el galope levantaba
remolinos
y nubes polvorientas
sobre
el anca del último caballo
y
el crujido final de las carretas.
Y
quedaron chiquillos y mujeres,
sólo
mujeres con las caras serias
y
las manos sin hombres, esperando…
en
San Luis del Venado y de las Sierras.
De
"Un hombre dice su pequeño País
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DIGO
LA MAZAMORRA
La
Mazamorra ¿sabes?, es el pan de los pobres,
la
leche de las madres con los senos vacíos,
yo
le beso las manos al Inca Viracocha
porque
inventó el Maíz y enseñó su cultivo.
Sobre
una artesa viene para unir la familia,
saludada
por viejos, festejada por niños,
allá
donde las cabras remontan el silencio
y
el hambre en una nube con las alas de trigo.
Todo
es hermoso en ella: la mazorca madura,
que
desgranan en noches de viento campesino,
el
mortero y la moza con trenzas sobre el hombro
que
entre los granos mezcla rumores y suspiros.
Si
la quieres perfecta busca un cuenco de barro,
y
espésala con leves ademanes prolijos
del
mecedor cortado de ramas de la higuera
que
en el patio da sombra, benteveos, e higos.
Y
agrégale una pizca de ceniza de jume,
la
planta que resume los desiertos salinos,
y
deja que la llama le transmita su fuerza
hasta
que asuma un tinte levemente ambarino.
Cuando
la comes sientes que el Pueblo te acompaña
a
lo largo de los valles, por recodos de ríos,
entre
las grandes rocas, debajo de cardones
que
arañan con espinas el cristal del estío.
El
Pueblo te acompaña cada vez que la comes,
llega
a tu lado, ¿sabes?, se te pone al oído
y
te murmura voces que suben a tu sangre
para
romper la niebla del mortal egoísmo.
Porque
eres uno y todos, comiendo el alimento
de
todos, en la fiesta del almuerzo tranquilo;
la
Mazamorra dulce es el pan de los pobres,
y
la leche de la madre con los senos vacíos.
Cuando
la comes sientes que la tierra es tu madre,
más
que la anciana triste que espera en el camino
tu
regreso del campo, la madre de tu madre,
-su
cara es una piedra trabajada por siglos-.
Las
ciudades ignoran su gusto americano,
y
muchos ya no saben su sabor argentino.
Pero
ella será siempre lo que fue por el Inca:
nodriza
de los Pueblos en el páramo andino.
La
noche en que fusilen canciones y poetas
por
haber traicionado, por haber corrompido
la
música y el polen, los pájaros y el fuego,
quizás
a mi me salven estos versos que digo.
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CAPITÁN
DE PÁJAROS
Yo,
Antonio Esteban Agüero,
capitán
de pájaros,
general
de livianas mariposas,
estoy
en Buenos Aires,
la
capital del Plata,
para
ser presidente
y
organizar la Patria.
Detrás
he dejado
los
pueblos que me siguen,
ejército
de alondras,
la
división blindada de los cóndores,
las
águilas que saben del sabor de la piedra,
calandrias,
chalchaleros,
chiriguas
mañaneras,
los
secretos lechuzos que me pasan
la
información del día y de la noche.
Tengo
un millón de caballos
¿Escucháis
su relincho?
Que
rodean la urbe por sus cuatro costados,
sus
jinetes son muertos de Facundo,
son
muertos de Ramírez,
montoneros
del Chacho
sableadores
de Pringles,
domadores,
remeseros,
rastreadores,
guitarreros,
espectrales
jinetes que cabalgan
mi
millón de caballos.
Les
ruego que se rindan
que
depongan las armas,
que
guarden los tanques,
y
encierren los cañones,
porque
mañana a mediodía
quiero
estar en la Plaza de Mayo
sobre
viejos balcones del Cabildo
para
ser presidente y
prestar
juramento:
por
los ríos de sangre derramada,
por
los indios y los blancos muertos
por
el sol y la luna,
por
la tierra y el cielo,
por
el padre Aconcagua,
y
por el Mar oceánico,
y
por todas las hierbas y los bosques,
y
por todas las flores y los pájaros,
y
por el hambre de los niños pobres,
y
la tristeza de los niños ricos,
y
el dolor de las jóvenes paridas,
y
la agonía de los viejos ..…
Juro
Yo
juro.
Hacer
de este país la Patria.
Ordeno
que se rindan
porque
mañana a mediodía
entraré
en Buenos Aires.
Tengo
un millón de caballos
¿Escucháis
su relincho?
Nadie
podrá atajarme.
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Poeta,
prosista y escritor
Libros
publicados
1937
- Poemas lugareños
1937
- Romancero Aldeano
1939
- Pastorales
1946
- Romancero de niños -
1953
- Cantatas del árbol - Anello
1972
- Un hombre dice a su pequeño país – Francisco Colombo - OP
1973
- Canciones para la voz humana – Anello – OP
1978
- Poemas Inéditos - OP
1999
- Agüero: hombre, naturaleza y sociedad – Fondo Editorial
Sanluiseño
Tomo I y II OP
Premios
1960
- el diario Clarín
de
Buenos Aires otorgó al poeta el Premio del
Sesquicentenario
de la Revolución de Mayo a su poema
"Un
hombre dice a su pequeño país", por voto unánime de los tres
jurados,
Jorge
L. Borges, Enrique Larreta y Fermín Estrella Gutiérrez
1970
-
recibió el título de Doctor Honoris Causa Post-Mortem de la
Universidad
Nacional
de San Luis.
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