(Juan
B. Alberdi, Tucumán 1919 – Monteros, Tucumán 1993)
“Monteros,
ciudad de cuatro siglos que tienes, junto a Grecia, la virtud de la
estrella que te signa la frente de Acrópolis del verbo y te alzas en
el tiempo -ciudad de los poetas- solemne como un pájaro cantando
allá en la copa celeste de los vientos”. M.A.
CANTO
A UN MILICIANO
Por
qué tuvo que suceder así, todo al revés
derrumbarse
su torso casi estatua
caer
a tierra inesperadamente fulminado como un águila
desde
la enhiesta cima de su sangre
con
toda la luz del alba en la mirada
y
con las manos vacías, sin combate,
arteramente
cercenadas.
Cuentan
las crónicas de los diarios
que
sólo a escupitajos, defendióse
y
a puro grito y a carajos,
frente
a las negras pistolas asesinas
que
manejaban los sicarios del odio y la mentira.
Por
qué el oscuro dedo en el gatillo
se
prestó al cobarde juego que inventaron
los
cancilleres y los diplomáticos,
los
jerarcas del latifundio, los del petróleo,
los
del estaño sometido, o los mercaderes
que
compran, al barrer el sol de las espigas,
la
salud de los niños y sólo venden el olvido.
Una
vez, decidióse a caminar y lo hizo patria arriba,
en
dirección al sol, hacia las luminosas islas del Caribe,
donde
un lagarto verde agonizaba
entre
el aroma de un tabaco ajeno
y
bajo el pie de un rubio propietario,
el
míster, que bebía su café apoltronado,
mientras
en mil cañaverales,
unos
juanes de carbón y miedo
le
daban a los surcos ciegamente
con
puños florecidos de machetes.
Allí
topó a su hermano, aquel gigante sembrador de vientos
y
se acostumbró al fusil y a la mochila,
y
andando y caminando, isla adentro, trepó Sierra Maestra,
que
convirtióse luego en el bastión.
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PASTOR
Una vocación antigua de majadas
y frutales cosechas por febrero
le llenaron de luz el cancionero
donde ardían sus últimas guitarras.
Le convocaron con su piel de barro
los soles de naranja del verano,
los pájaros, la luz y sus hermanos
los grillos violineros del ocaso.
Con su vieja vicuña hilada a mano
sobre el hombre dormida como un niño
y el sol arrodillado en sus espaldas,
el pastor ensayaba por su flauta
un aire melodioso de vidalas
donde su abuelo azul resucitaba.
Una vocación antigua de majadas
y frutales cosechas por febrero
le llenaron de luz el cancionero
donde ardían sus últimas guitarras.
Le convocaron con su piel de barro
los soles de naranja del verano,
los pájaros, la luz y sus hermanos
los grillos violineros del ocaso.
Con su vieja vicuña hilada a mano
sobre el hombre dormida como un niño
y el sol arrodillado en sus espaldas,
el pastor ensayaba por su flauta
un aire melodioso de vidalas
donde su abuelo azul resucitaba.
Breve Antología y Tres Poemas, 1988
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CANCIÓN
DEL NIÑO ZAFRERO
Un
aire de tules blancos
se
suspenden bajo el cielo
mientras
un niño de cobre
da
golpes de pie desnudo
que
se duelen de ser tiernos.
Una
luna de platino
ojo
enorme para el sueño
recoge
toda la bruma
para
hacer azules sábanas
donde
dormir su desvelo.
El
niño marcha rompiendo
con
su pie tierno y moreno
puñales
de escarcha fina
que
en el alba son de hierro
en
la carne del zafrero.
Quien
lo observe caminando
como
un hombre en el sendero
no
pensará que es un niño
que
pueda jugar a veces
como
los niños del pueblo.
Cuando
los otros aun duermen
soñando
sueños de incienso
él
va por duros caminos
con
su cuchillo zafrero
bajo
el rigor del invierno.
Dicen
que Dios sabe de esto
Ay!
qué difícil es creerlo
Qué
hombre no siente pena
al
pensar que tantos niños
envejecen
en el cerco.
Si
yo fuera Dios, pequeño
te
daría un rancho nuevo
mucho
pan de trigo bueno
una
cama para el sueño
y
un tambor para tus juegos.
Pero
soy hombre mi niño
un
hombre de carne y hueso
y
para ti solo tengo
una
palabra y un beso
en
homenaje a tu esfuerzo.
¿Seguirás
como hasta ahora
conchabando
tu inocencia
por
las duras madrugadas
de
la zafra y del invierno
sin
pan, ni cama, ni mesa?
¿Es
la zafra tu destino?
¿La
miseria tu maestra?
¿Jamás
podrás ser un niño
sino
un hombre sin infancia
con
un cuchillo en la diestra?
Ya
vendrán, niño zafrero
tus
mañanas sin desvelos
siete
soles sin arriendo
y
para tus ojos cansados
la
luna de siete sueños.
Tu
mano no tendrá hierros
para
esgrimir en el viento
ni
en el alba te veremos
cobre
oscuro, cobre nuevo,
camino
del duro cerco.
Deja,
que nadie se acuerde
que
eres débil y pequeño
pero
nadie más que tú
tiene
derecho a este verso
valiente
niño zafrero.
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Poeta,
autor teatral, periodista y educador
“Poeta
del cañaveral o poeta de la plebe”, como él mismo se asume en el
prólogo
a
uno de sus libros.
1971
- Organizó el Primer Encuentro de Poetas en Monteros
1976
- Presidente de la SADE (1974-76) filial Tucumán,
LIBROS
PUBLICADOS
1963
- Clima de la miel
1966
- Antología poética tucumana en el Sesquicentenario
1967
- Verde carozo del verano – Consejo Provincial de Difusión
Cultural
1967
- Veinte poetas cantan a Tucumán
1988
- Breve Antología y Tres Poemas, Editorial Arnau, Monteros, Tucumán
s/f
Poemas del cañaveral
s/f
Semblanza de un cebil
PREMIOS
1965
- Obtuvo el Premio Peuser por "La escuela y el ideal
panamericano".
1978
- La SADE le otorgó la medalla de oro por su trayectoria.
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