sábado, 1 de agosto de 2015

Azcona Cranwell, Elizabeth

(Buenos Aires 10/3/1933 - 4/12/2004)

El poeta en la velada

El hombre de la vida cierra de golpe las puertas de la noche.
Se olvida su intemperie gastada a fuego líquido.
Se ocupa de reír.

No conoce acontecimientos ni presagios ni lunas
macilentas ni mañanas distantes. El aire sobre sus
hombros tienen una nueva liviandad.

Ya ni el espacio lo recuerda. Es el momento en que
su boca esgrime lentas figuras de humo y él mira
desde lejos su verdad fosforescente.

Toda su vida está de pie contra un piano musicador de misterio.
Y el vaso que sus dedos levantan contiene el infinito.

De La vida disgregada, 1956
Extraído de Selección Poética Femenina 1940-1960 (pag. 26)
Ediciones Culturales Argentinas – 1965

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El estado de alerta

De pronto comprendemos: estamos en la vida
y un duro sol golpea nuestra capa de mitos
hay modos que nos cercan, hambres que nos reintegran nuestro ser
culpas como vigías que reclaman un gesto.

Existe esta conciencia sin espacio
que se pone a buscarse entre designios
y se estira en el tiempo para oírse la voz
para no sucumbir en la demencia de sólo presentirse.
Es que no ha fabricado su raíz con el cuerpo
han pasado sobre ella personajes que esgrimen el amor
inconstancias cerradas, conmociones,
los vientos de la tierra no se abren a su sed.

Y duele haber deseado tantas cosas que luego desdeñamos
jóvenes y terribles, ya le hemos dado mucho a la primavera,
a la tarde, a la lluvia, al brusco aliento del amante.
Nos parte en dos el tiempo con su dureza ajena
la mitad de nosotros se sumerge en la vida
y el otro rostro huye maldiciendo su imagen.

Entonces asomamos la cara
por entre besos y costumbres húmedas
para saber si es cierto que hay una voz que rompe el infinito
con rayos de esperanza.

Pero no hay voz, tan sólo un cielo hendido
por máquinas que tuercen la vertical del mundo
es difícil el sol
aunque adoremos su caliente tensión en nuestras manos.

Se nos sigue apretando de tanto Dios y muerte
a pesar del espacio
del fiel aprendizaje.

Y somos de la vida
aunque la vida queme y nos desdoble,
somos la suelta sed de las palabras.

Depuración del tiempo
sombra que gira en medio de las cosas
y un buen día el candor que renace, la esperanza del mundo.

Es el día en que osamos asistir al silencio
con el fervor del alba
y mirar la caída del tiempo en el vacío
con la misma mirada con que asimos el vuelo de los pájaros.

De Los riesgos y el vacío, 1962
Extraído de Selección Poética Femenina 1940-1960 (pag. 28)
Ediciones Culturales Argentinas – 1965

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De los opuestos

No es el amor a veces dos seres que se aman
sino un modo del mundo
de conmover un equilibrio triste.

Expiamos el mito que nos sube a la cara
hasta volvernos ebrios de una inocencia vieja
certeza desnudez de la palabra.

Porque si atravesamos el espacio
como un error que crece en el único tiempo conocido
llegaremos muy pronto al final del amor
perderemos de golpe la región dominable
llameante de existencia.

Era nuestra fanática voluntad de acercarnos
de conocerlo todo antes de amar
y merodear entonces por las grandes caídas
las bellas ceremonias
y las noches sinuosas de inventar tanto encuentro.

Hay algo de este mundo
que ha quedado en nosotros para siempre
hemos hablado un nombre tantas veces que ya no
tiene peso
y mirado la mirada demente que vuelve sabio el 
cuerpo.

Despertar a la sed bajo unos ojos
cuando cada sentido es capaz de la lluvia
la piel podía ver, las manos escuchar
la paciencia del ojo era infinita
para tocar la tierra hasta romperla.

Que dulce aplicación, qué terquedad de ola
de nudo irreverente que no corre el gran riesgo de
saberse.

Si nadie piensa nunca en domar a las flores
por qué limarlo todo, someterse a la ley que no se
entiende
ansiar que algunos gestos anticipen el reino
como siempre en tinieblas.

Es inútil cavar en el silencio.

Del amor concluido
sólo el lenguaje sobrevivirá.

De Los Opuestos, 1966

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Bardo

Una voz trata de nacer; nada dice el jardín,
el sol cancela los colores, el viento desordena la tierra.
Las palabras me ahogan, pero el poema no se forma.

Espero, apostada en la tarde que algo descienda a mí.
Elíjanme, elíjanme, buen espíritu del agua
bruscas maneras donde brama el fuego.
Canta mi desarraigo de transeúnte indómita
que lo que escribo pueda verse a la luz de un relámpago.
Quién sopla palabras en el habla mecánica del sueño?
Se despierta la voz
temo al dibujo oscuro del silencio.

Haz que la lluvia pague por su temblor.
Cómo llegué a este mundo

si alguien me ha escogido para decir de la vida y muerte,
estos poemas hablarán por la boca agridulce
de un halcón que llamea su vuelo. Alma vieja de un bardo
hablemos aunque tu cuerpo sea un hato de huesos desdeñado
y que tu voz golpee mi ventana con nudillos de niebla.
Elíjanme, elíjanme como si el río decidiera engendrar
entre sus ritmos crudos la salud de la tierra.

La voz del agua se prolonga
puede tocar el aire y regresar a su manera natural,
en ella está el origen, los dioses hablan en su cadencia.

El aire oculta frágiles costumbres en sus modos translúcidos.
La escritura se cae, las voces se silencian.
Pido ayuda al destierro que me aparta del mundo.
Ruego la voz, ruego que sea voz y no el aullido
de un alma sola que logra encenderse en sus raíces.

La alondra ciega de resplandor
aquello que repite la verdad ignorada
como dos ramas que se reverencian
en la caída de la tarde.
Elíjanme, soy tiempo aislado, una suma de horas que nada sabe.
Un amor terco por perseguir el sol, el canto único del día
las plegarias del búho en la tiniebla - Todo lo que me hizo nacer
que decretó mi vida
y tejió la entretela de mi muerte -
Elíjanme las vísperas han cantado su nombre
los olvidé entre las cosas ausentes del lenguaje.
El habla tiene un límite
la sangre de las rosas crea un mito sin voz en las palabras.

De Poemas / Café de Buenos Aires / Tercer Milenio (pag. 22)
Editorial: Café Literario de Buenos Aires, 1999.
Directoras: Josefina Arroyo y Patricia Bence

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Poeta, narradora, articulista, traductora y crítica literaria argentina

Libros publicados

1953 Capítulo sin presencia – Botella al mar
1956 La verdad disgregada – Poesía Buenos Aires
1960 Poemas – Separata de la Revista Poesía = Poesía
1963 Los riesgos y el vacío – Colombo
1966 De los opuestos – Sudamericana
1971 Imposibilidad del lenguaje o los nombres del amor – Losada  
1975 Poemas completos de Dylan Thomas -  Traducción, prólogo y notas – corregidor
1978 Anunciación del mal y la inocencia – Corregidor
1987 Las moradas del Sol – Gaglianone
1990 El escriba de la mirada fija – Fraterna
1997 El reino intermitente – Sudamericana
1998 Antología Poética – Fondo Nacional de las Artes
1985 El mandato  - poesía - torres agüero 

Premios

1969 Tercer Premio Municipal de Poesía (por "De los opuestos").
1969 Primer premio Fondo Nacional de las Artes (por "De los opuestos").
1984 - Premio Konex - Diploma al Mérito de Poesía 1.ª obra publicada después 1950.
1985 Municipal de Poesía (por "El mandato").
1988 Medalla del diario "La Nación" como figura destacada de las letras.
1989 Medalla de la Fullbright Comission como becaria sobresaliente.
1990 Premio Trébol de Plata y Diploma del Rotary Club Internacional como figura relevante de las letras argentinas.
1990 Primer premio de poesía "First".


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