lunes, 10 de agosto de 2015

Echeverría Espinosa, José Esteban Antonio (Echeverría, Esteban)

(Buenos Aires 2/9/1805 – Montevideo, Uruguay 19/1/1851)


Mi destino
                             Oui, je mourrai: déjà ma lyre en est en deuil,
                             
Jeune, je m'éteindrai, laissant peu de mémoire.
                                                                           Víctor Hugo
Presa de mil dolencias,
el corazón marchito,
a veces angustiado
me concentro en mí mismo,
y voz secreta escucho
decirme estremecido:
«En juventud temprana
morir es tu destino»

«Antes que el lauro sacro
se entrelace y el mirto
en tu lozana frente,
sufrirás el martirio
que al que nació poeta
reserva el hado impío:
que en juventud temprana
morir es tu destino».

De Prometeo el fuego
arde en mi seno altivo,
un buitre despedaza
mi pecho enardecido,
y mi existencia llena
de angustias y conflictos
que en juventud temprana
morir es mi destino.

A cada instante veo
el tenebroso abismo
de la tumba a mi planta,
y el pensamiento mío
replega al contemplarlo
sus alas abatido:
que en juventud temprana
morir es mi destino.

Con el mirar profundo
de espíritu divino,
mi genio el universo
abarca y lo infinito;
pero voz ominosa
me repite al oído:
que en juventud temprana
morir es mi destino.

Como la flor del campo
que el inflamado estío
agosta en el momento
de desplegar sus visos;
así se han marchitado
mis juveniles bríos:
que en juventud temprana
morir es mi destino.

¿Qué importa que llenase
de fuego peregrino
mi pensamiento el cielo
si soplo fugitivo,
exhalación errante,
al nacer ya me extingo?
¿Si en juventud temprana
morir es mi destino?

Mi corazón desmaya
de dolor consumido,
y mis fugaces días,
sin ostentar su brillo,
se eclipsan y descienden
a la mansión de olvido:
que en juventud temprana
morir es mi destino.

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La cautiva

Epílogo
                             
Douce lumière, es-tu leur âme?
                      (¿Eres, plácida luz, el alma de ellos?)
                                                             Lamartine

¡Oh María! Tu heroísmo,
tu varonil fortaleza,
tu juventud y belleza
merecieran fin mejor.
Ciegos de amor, el abismo
fatal tus ojos no vieron,
y sin vacilar se hundieron
en él ardiendo en amor.

De la más cruda agonía
salvar quisiste a tu amante,
y lo viste delirante
en el desierto morir.
¡Cuál tu congoja sería!
¡Cuál tu dolor y amargura!
Y no hubo humana criatura
que te ayudase a sentir.

Se malogró tu esperanza;
y cuando sola te viste
también mísera caíste
como árbol cuya raíz
en la tierra ya no afianza
su pompa y florido ornato.
Nada supo el mundo ingrato
de tu constancia infeliz.

Naciste humilde, y oculta,
como diamante en la mina,
la belleza peregrina
de tu noble alma quedó.
El Desierto la sepulta,
tumba sublime y grandiosa,
do el héroe también reposa
que la gozó y admiró.

El destino de tu vida
fue amar, amor tu delirio,
amor causó tu martirio,
te dio sobrehumano ser;
y amor, en edad florida,
sofocó la pasión tierna
que, omnipotencia de eterna,
trajo consigo al nacer.

Pero, no triunfa el olvido,
de amor, ¡oh bella María!
que la virgen poesía
corona te forma ya
de ciprés entretejido
con flores que nunca mueren;
y que admiren y veneren
tu nombre y su nombre hará.

Hoy, en la vasta llanura,
inhospitable morada,
que no siempre sosegada
mira el astro de la luz;
descollando en una altura,
entre agreste flor y yerba,
hoy el caminante observa
una solitaria cruz.

Fórmale grata techumbre
la copa extensa y tupida
de un ombú donde se anida
la altiva águila real;
y la varia muchedumbre
de aves que cría el desierto,
se pone en ella a cubierto
del frío y sol estival.

Nadie sabe cuya mano
plantó aquel árbol benigno,
ni quién a su sombra, el signo
puso de la redención.
Cuando el cautivo cristiano
se acerca a aquellos lugares,
recordando sus hogares,
se postra a hacer oración.

Fama es que la tribu errante,
si hasta allí llega embebida
en la caza apetecida
de la gama y avestruz,
al ver del ombú gigante
la verdosa cabellera,
suelta al potro la carrera
gritando: -allí está la cruz.

Y revuelve atrás la vista
como quien huye aterrado,
creyendo, se alza el airado,
terrible espectro de Brian.
Pálido, el indio exorcista
el fatídico árbol nombra;
ni a hollar se atreven su sombra
los que de camino van.

También el vulgo asombrado
cuenta que en la noche obscura
suelen en aquella altura
dos luces aparecer;
que salen, y habiendo errado
por el desierto tranquilo,
juntas a su triste asilo
vuelven al amanecer.

Quizá mudos habitantes
serán del páramo aéreo,
quizá espíritus, ¡misterio!,
visiones del alma son.
Quizá los sueños brillantes
de la inquieta fantasía,
forman coro en la armonía
de la invisible creación.

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El pensamiento
                                       ¡Oh flor de alta fortuna!
                                                                Rioja

Yo soy una flor oscura
de fragancia y hermosura
despojada;
flor sin ningún atractivo
que sólo un instante vivo,
acongojada.

Nací bajo mala estrella;
pero me miró una bella
enamorada,
y me llamó pensamiento
y fui desde aquel momento
flor preciada.

No descuello en los jardines
como los albos jazmines
o las rosas;
pero me buscan y admiran
me contemplan y suspiran
las hermosas.

Si me mira algún ausente
que de amor la pena siente,
cobra vida;
y es feliz imaginando
que en él estará pensando,
su querida.

Yo soy grata mensajera,
que bajo forma hechicera
voy volando,
a llevar nuevas de dicha,
al que vive en la desdicha
suspirando.

Emblema del pensamiento,
del amor y el sentimiento,
mi destino
es deleitar al que adora,
y consolar al que llora
peregrino.

Notas del autor

He denominado así estas fugaces melodías de mi lira, porque ellas divirtieron mi dolor, y han sido mi único alivio en días de amargura. Tal vez el tono lúgubre de algunas disonará al corazón de la mayor parte de los lectores, como dan escozor, cuando nadamos en regocijo, los sonidos de una fúnebre música. Ellas, sin embargo, pintan sólo en bosquejo el estado de mi ánimo en una época funesta, de la cual no conservo sino una vaga y confusa imagen.

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Escritor y poeta argentino, introdujo el romanticismo.
Perteneciente a la denominada Generación del 37
Autor de obras como Dogma Socialista, La Cautiva y El matadero.

Libros publicados

1832 Elvira o la novia del plata - poesía
1833 Don Juan - leyenda
1834 Himno del dolor - poesía
1834 Los Consuelos – poesía (la 2da edición de 1842, es corregida por el autor)
1835 Al Corazón - poesía
1837 Antología del matambre – cuadro costumbrista
1837 Rimas (incluye el poema La Cautiva)
1838/40 El matadero – cuento
1839 Insurrección del Sud de la provincia de buenos aires en octubre de 1839 - poesía
1842 La guitarra o Primera página de un libro– 1ª parte de la trilogía
1846 Avellaneda – poesía
1846 El ángel caído – 2ª parte de la trilogía
1873 Dogma socialista
- Carlos – poema dramático
- La pola o el amor y el patriotismo
- Mangora
- Mefistófeles - drama
- Peregrinaje de Gualpo
- Entre 1870 y 1874 Obras completas en cinco tomos Compiladas por José María Gutiérrez


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