domingo, 9 de agosto de 2015

López y Planes, Alejandro Vicente

(Buenos Aires 3/5/1785 – 10/10/1856)


¡Oíd, mortales!, el grito sagrado:
¡libertad!, ¡libertad!, ¡libertad!
Oíd el ruido de rotas cadenas
ved en trono a la noble igualdad.
Se levanta a la faz de la Tierra
una nueva y gloriosa Nación
coronada su sien de laureles
y a sus plantas rendido un león.

De los nuevos campeones los rostros
Marte mismo parece animar
la grandeza se anida en sus pechos
a su marcha todo hacen temblar.
Se conmueven del Inca las tumbas
y en sus huesos revive el ardor
lo que ve renovando a sus hijos
de la Patria el antiguo esplendor.

Pero sierras y muros se sienten
retumbar con horrible fragor
todo el país se conturba por gritos
de venganza, de guerra y furor.
En los fieros tiranos la envidia
escupió su pestífera hiel.
Su estandarte sangriento levantan
provocando a la lid más cruel.

¿No los veis sobre Méjico y Quito
arrojarse con saña tenaz,
y cuál lloran bañados en sangre
Potosí, Cochabamba y La Paz?
¿No los veis sobre el triste Caracas
luto y llanto y muerte esparcir?
¿No los veis devorando cual fieras
todo pueblo que logran rendir?

A vosotros se atreve, argentinos
el orgullo del vil invasor.
Vuestros campos ya pisa contando
tantas glorias hollar vencedor.
Mas los bravos que unidos juraron
su feliz libertad sostener,
a estos tigres sedientos de sangre
fuertes pechos sabrán oponer.

El valiente argentino a las armas
corre ardiendo con brío y valor,
el clarín de la guerra, cual trueno,
en los campos del Sud resonó.
Buenos Aires se pone a la frente
de los pueblos de la ínclita Unión,
y con brazos robustos desgarran
al ibérico altivo león.

San José, San Lorenzo, Suipacha.
Ambas Piedras, Salta y Tucumán,
la colonia y las mismas murallas
del tirano en la Banda Oriental,
son letreros eternos que dicen:
aquí el brazo argentino triunfó,
aquí el fiero opresor de la Patria
su cerviz orgullosa dobló.

La victoria al guerrero argentino
con sus alas brillantes cubrió,
y azorado a su vista el tirano
con infamia a la fuga se dio;
sus banderas, sus armas se rinden
por trofeos a la Libertad,
y sobre alas de gloria alza el Pueblo
trono digno a su gran Majestad.

Desde un polo hasta el otro resuena
de la fama el sonoro clarín,
y de América el nombre enseñando
les repite: ¡Mortales, oíd!
Ya su trono dignísimo abrieron
las Provincias Unidas del Sud!
Y los libres del mundo responden:
¡Al gran Pueblo Argentino, salud!

Sean eternos los laureles
que supimos conseguir:
coronados de gloria vivamos,
o juremos con gloria morir.

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Á la batalla de Maipo
(fragmento)

Aquella ingrata noche había pasado,
Aquella noche que á la patria un grito
De dolor arrancara.
El enemigo osado
De la victoria el hijo favorito
Se cree con arrogancia: su alma avara
Las riquezas y el triunfo devorando,
Apura, impele, incita sus legiónes:
Maipo ya al oprimirlo sus pendones,
Venganza corre al mar del Sud gritando.
Nuestro ejército allí. ¡Genio sublime
De Patria, Libertad! Tú solamente
Obraste tal portento.
Mientra el cuidado oprime
Al pensador común, su brava gente
Reune el héroe con inmenso aliento:
La consuela, la esfuerza, reorganiza,
De pecho en pecho imprime sus ardores....
No hay tiempo á más que crujen los tambores
Y el enemigo encima se divisa.

La hidra que hundir sus cuellos altaneros,
Chacabuco vió en polvo, ora acrecida
Con más y más cabezas
Los ojos reverberos
Lanza á las dos naciones: honra y vida
Amenaza arrancarles: ya pavesas
Hace, amor á la Patria, tu obra santa.
¡Señor! ¿contra tu ley así el Íbero
Se cebará en nosotros carnicero?
¿Y tu diestra, Señor, no se levanta?

¡Iberia, Iberia! ¿Qué haces? Hubo un día
En que la Asia, la América, la Europa
Y la África admiraron
La terrible osadía
De tu soberbia y numerosa tropa:
Tus glorias fué que á su zenit llegaron.
El curso natural de los estados,
Cual de toda humanal magnificencia
Te obliga á irresistible decadencia:
¿Quieres insana combatir los hados?
¿Qué puedes prometerte en tanto crimen
Como en tu odioso nombre se consuma
De Méjico hasta el Cabo?
El viejo, el niño gimen
Bajo el azote bélico que abruma
La extensión de una tierra en que de esclavo
Sufrir no es dado el bárbaro renombre:
Sufre el sexo, los templos, las ciudades,
Y por decir de un golpe tus crueldades -
Se insulta á Dios, y se destruye al hombre.

Retira esos verdugos.... ¡ Ay! que es tarde:
Rompe el cañón: impávida se arroja
Nuestra hueste á los llanos.
Toda retumba y arde
La dilatada atmósfera. Ya roja
La tierra está do quier. Probad, tiranos
La pujanza de aquellos que defienden
Su patria y libertad. La rabia, la ira
Con que vuestra alma nuestras glorias mira,
Hoy á su vez nuestra venganza encienden.

¡El bronco trueno al trueno, el rayo al rayo,
El acero al acero cual responden!
Cualquiera sospecharía
Que allí Cid, ó Pelayo,
Aquí Washington, ó Nassau se esconden,
Y las falanges rigen este día.
La Patria encima de los altos Andes
Se alza, y los campos de la lid descubre:
Su bello rostro con la mano encubre;
¡Son! ¡hay! los riesgos de sus hijos, grandes!
Madres cubrid los vuestros, que la muerte
Corriendo sobre el carro del destino
Feroz se precipita,
Y sangre en copia vierte.
Valor hijos del Sud: que el Argentino
El arca de sus glorias deposita
En vuestras manos hoy; en ellas Chile
Su vida y su salud. La muerte es nada
Si ella es el precio de la Patria amada.
¿Y hoy dejaréis que se hunda y aniquile?

¡Mas qué dejar! cuál torbellino os veo
Lanzaros sobre el campo de batalla,
Y más allá lanzaros,
Hasta que ya el trofeo
En vuestras manos victoriosas se halla.
Ya el tirano se rinde. Á coronaros
Se acerca la Victoria, de su seno
Manando gracias y placer. Ante ella
El hondo encimo súbito se estrella,
Los aceros se envainan: calla el trueno.

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Del Camaleón á la Osa, de occidente
Al meridiano de la bella aurora.
Tu gloria es proclamada.
San Martín, eminente.
La Patria, que tu diestra valedora
Alzó en firmes quiciales, admirada
Tu nombre sin cansarle ha repetido:
Ella también celebra con ternura
Á los héroes de insólita bravura
Que atletas tuyos á tu lado han sido.

Vive, nación ilustre, que supiste
Tu brazo asir al nuestro, y los cervices
Hollar del cruel tirano.
¡Oh! cuanto contribuiste,
Preciado Chile, á días tan felices
Como hoy disfruta el suelo Colombiano:
Á ti prez y loor. Desde hoy debiera
Al grato Maipo en eternal memoria,
El Eridano austral ceder su gloria.
Ceder su plaza en la estrellada esfera.

Empireo gozo á los ilustres manes
De aquellos que el aliento, generosos,
Por la Patria rindieron:
Gloria al que sus afanes
Consagró á la Nación: cuyos gravosos
Días, después el júbilo se hicieron
Y la delicia nacional. En lumbre
Eterna brille el nombre Americano;
Y arrojando el león tras el Océano,
Ponga América el pie sobre la cumbre.

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Escritor, abogado y político

- Autor de la letra del Himno Nacional Argentino adoptado el 11 de mayo de 1813
- Fue el Presidente Provisional de las Provincias Unidas del Río de la Plata entre el 7 de julio y el 18 de agosto de 1827

Obras:

- El Triunfo argentino
- Marcha patriótica – Himno Nacional
- Oda a las delicias del labrador
- La victoria de Suipacha
- Á la victoria de Maipo


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